Pega duro, porque la vida a medias es una infamia. |
Estimados innovadores, les presento un ensayo producto de una recopilación sobre nuestras propias virtudes, las cuales si nos enfocamos en ellas, impulsarán nuestras propias virtudes:
Para estar bien hay que
entrenar. Es decir, el bienestar no es un asunto divino o del azar, del destino
o los genes, sino que es un trabajo personal y cotidiano. Ésa es la propuesta
de la "psicología positiva" (PP), una escuela que rompe el enfoque
tradicional de ir a resolver los problemas de las personas, y lo cambia por
otro inverso: potenciar las habilidades de cada uno.
"La felicidad no es
una consecuencia, sino que es la causa de una buena vida. Las personas felices
gozan de mejor salud, tienden a tener mejores relaciones. Ése es un hallazgo de
la psicología positiva", explica Claudio Ibáñez, psicólogo organizacional
y fundador del Instituto Chileno de Inteligencia Emocional.
Ibáñez enfatiza que ese
hallazgo no es fruto de una intuición, sino del uso del método científico, del
estudio de las personas. Y de descubrir cómo las emociones positivas son
disparadoras de efectos positivos para la vida y que por eso es deseable que
cada persona viva estas emociones en mayor número que las negativas. La
relación ideal es 3 a 1, de manera que lo negativo pasa a ser menos relevante.
De acuerdo a este enfoque,
el bienestar individual depende un 10% de las circunstancias, un 50% de los genes
y un 40% de cada persona. La idea de la PP es trabajar ese poderoso 40%.
¿Cómo se trabaja ahí?
Martin Seligman, el máximo exponente de la psicología positiva, hizo una
investigación en cuatro mil personas, y concluyó que existen 24 fortalezas
básicas. Y éstas se pueden sintetizar en seis grupos: sabiduría y conocimiento;
coraje; humanidad; justicia; moderación y trascendencia.
Del total, cinco se
relacionan en mayor grado con la satisfacción con la vida que las otras 19, y
éstas son gratitud, optimismo, entusiasmo, curiosidad y capacidad de amar y ser
amado.
Justo con éstas es con que
suele comenzar una psicoterapia. Ibáñez, quien es por ahora, posiblemente, el
único especialista en Chile en trabajar con la PP, dice que esta disciplina
propone una serie de ejercicios cotidianos para entrenar esas virtudes.
Y aquí propone cuatro:
1.- Expresar gratitud:
Consiste en dar las gracias por las cosas positivas que se tienen. Ibáñez
cuenta que un ejercicio muy habitual es pedirle a un grupo de personas que haga
una lista con las 10 cosas positivas que le han pasado en la última semana.
"Ni el 10% llena esa pregunta. El ejercicio de la gratitud nos permite
dirigir nuestro foco a las cosas positivas que nos pasan y que hacemos".
2.- Evitar la rumiación: Darle
vuelta una y otra vez a lo mismo sólo profundiza la pena, y no contribuye a
resolver nada.
Practicar la generosidad:
El altruismo incrementa las emociones positivas, porque ayuda mucho más al que
da (porque se siente infinitamente mejor que el que recibe). Ibáñez cuenta de
un ejercicio propuesto por un profesor de Harvard, Jerome Kagan. "Él
sugiere comparar mentalmente la cantidad de actos criminales que ha habido en
el día, con la cantidad de actos de generosidad. Se puede ver que el resultado
es que la proporción de comportamientos positivos es con largueza mayor que los
comportamientos antisociales".
3.- Aprender a perdonar: Esto
no implica condonación ni olvido ni reconciliación. El perdón es una actitud
interior que implica experimentar frente al ofensor menos hostilidad y menos
deseos de venganza. Las investigaciones muestran que las personas que perdonan
experimentan menos depresiones, son menos hostiles y menos neuróticas.
Al final, la conclusión de
la psicología positiva es que la salud mental "no es sólo la ausencia de
problemas, sino que la presencia abundante de emociones positivas",
termina Ibáñez.
4.- Más felices: Maritza Castelli, ingeniera civil, conoce el método. "Tuve polio, y
cualquier emoción grande me provocaba estrés cerebral. Mi neuróloga me
recomendó esta terapia. Ahora tengo las mismas circunstancias, pero lo que
cambia radicalmente es cómo las enfrentas".
Jaime Avayú, gerente de
Everlast, partió por la necesidad física de conciliar el sueño. Y a poco andar
empezaron los cambios. "Mejoré en muchos aspectos. Aprendí a descifrar las
intenciones de las personas. No es ver las cosas color de rosa. Es ver las
cosas buenas, porque es conveniente hacerlo".
Teoría con respaldo
El año pasado, el psicólogo Pablo Vera dirigió una investigación para medir los niveles de optimismo, satisfacción, apoyo social, autoestima y felicidad de un grupo de 57 personas. Un tercio eran enfermos de cáncer; otros habían tenido la enfermedad, y el resto estaba sano. Lo revelador es que no hubo diferencias significativas del optimismo entre uno y otro grupo. Es decir, se prueba que las circunstancias no hacen la felicidad.
Otro conocido estudio es
uno que se practicó a una orden de religiosas norteamericanas. Si bien se hizo
para investigar sobre el Alzheimer, se pudieron observar otras cosas
interesantes. Una de ellas es que todas habían tenido una vida semejante, sin
alcohol ni tabaco, pero aquellas cuyas autobiografías daban cuenta de más
emociones positivas, vivían más años y en mejores condiciones de salud.